fueron pasando los días.
Las horas de soledad,
el cielo, las estaciones,
los trenes repletos y oxidados.
La piel de la justicia se marchito.
Como las uvas del viejo vid
de mi abuelo.
Fueron muriendo
los tranvías
y las noches de paz.
Se elevó una voz de protesta
pero pocos escucharon.
Y las pancartas
parecían manchadas
de sangre y de furia.
¿volveremos algún día a ser escuchados?
El pueblo es ignorado
y es muy grande la vergüenza
de tener que salir a buscar una atención.
Pero aun más grande
es la indignación ante sueldos miserables,
por las injusticias a flor de piel,
por un crimen sin resolver
y por el arma cargada
que es el hambre.
sin nada bueno que sobre.
Nos ahogaron las malas noticias
y nada grato se salió del molde.
Estas aquí,
golpeando las puertas de tus derechos,
pero solo el gas lacrimógeno
te responde.